Noticias

Apartadó: Como un sancocho construyó paz

A simple vista fue solo un sancocho. Sin embargo, lo que ocurrió en la vereda Salsipuedes, en Apartadó, fue construcción de paz. En ese municipio hay 32 veredas, entre ellas Salsipuedes que cuenta con 1600 habitantes aproximadamente, la mayoría de ellos desplazados por el conflicto armado y cuyas principales fuentes de ingresos son las ventas ambulantes y el trabajo en las fincas de banano que rodean la vereda.   Para ingresar a Salsipuedes, La Pancha y Churidó Sinaí se debe pasar por un camino que cada invierno lo hace intransitable. Un puente peatonal ha sido demandado por esas comunidades desde hace años y, a pesar de que su construcción ha sido contemplada por el gobierno actual, ésta aún sigue siendo postergada. Los efectos que eso produce son devastadores para las veredas: dificultades o imposibilidad para mover sus productos o llegar a los lugares de trabajo en las bananeras (que no aceptan como justificación que el río inundó el camino), deserción escolar (tampoco se acepta una inasistencia por esas razones) y una creciente frustración al sentir que sus demandas son ignoradas.   La ausencia del Estado en esas veredas es notable y la Policía no había tenido forma de ingresar debido a la alta tensión que múltiples problemáticas había generado. Salsipuedes era considera una vereda de alto riesgo en materia de seguridad.   El equipo de transformación de conflictos sociales de Apartadó se propuso la tarea de ganar la confianza e iniciar un proceso de transformación de conflictos sociales para evitar la recurrencia de eventos de violencia debido a la situación antes descrita. Primero se contactó a los líderes a través de reuniones formales e informales, presentando una perspectiva diferente desde la Policía Nacional. Así, los miembros del equipo fueron informados que un domingo, mientras todos descansan, la comunidad de Salsipuedes haría trabajos con sus propios recursos e iniciativa para construir un paso peatonal. El equipo reconoció el esfuerzo de corresponsabilidad de la comunidad y se presentó al lugar. Subiéndose las mangas del uniforme, contribuyeron a la construcción de un puente de confianza, sólido como las piedras que se usaron, y por el que podrían transitar, al menos temporalmente, las personas y una relación estrecha entre ellas y la Policía. Al medio día, cuando el sol y el hambre apremian, se organizó un convite para cocinar entre todos un sancocho. El equipo participó y se logró cocinar una historia de desconfianza convirtiéndola en alimento de construcción de paz, de confianza y legitimidad.   El equipo demostró que compartir el trabajo y la comida nos humaniza, nos hacer ser parte de una comunidad más grande, que busca superar las diferencias heredadas del conflicto armado y que hoy se han traducido en conflictos sociales que escalan por la indiferencia con que han sido abordados. Las puertas de Salsipuedes se abrieron a la Policía Nacional y el equipo continuó fortaleciendo la confianza ganada a través de actividades pedagógicas y, sobre todo, reconocimiento y atención.   El sancocho no fue solo una comida, fue el símbolo de una Policía cercana, humana y comprometida con los derechos de todas las personas. Una Policía que entiende que el conflicto social se debe abordar de forma diferente, a través del diálogo y el mutuo entendimiento; que la confianza y la legitimidad no se imponen, se ganan. Se superaron barreras mutuas, que es el objetivo de la construcción de paz.