La tierra, el trabajo y la defensa de la vida
ETCR Agua Bonita. Foto: Alianza para la Paz
Buscando la hoja de ruta a través de la experiencia de un excombatiente.
La historia de Don Luís , ejemplifica el recorrido por el que han tenido que trasegar los integrantes de la guerrilla de las FARC-EP, marcado recientemente por el avance del Proceso de Paz en Colombia. Este excombatiente ha vivido en carne propia las vicisitudes de la guerra. Actualmente él se encuentra asentado en el ETCR de El Oso, en el municipio de Planadas del departamento del Tolima. Es un lugar muy emblemático por su cercanía a Marquetalia, cuna de la guerrilla de las FARC hace más de cincuenta años. Su renombre se debe al famoso “bombardeo a Marquetalia” efectuado por el gobierno en el año de 1964 y que luego dio paso a la fundación de esta guerrilla.
Su vida estuvo marcada por situaciones complejas en la década de los 80s, antes de hacerse guerrillero. En medio de un entorno campesino, desde temprano tuvo que soportar atropellos de diversos actores en su propia vivienda, dentro de estos, el de la fuerza pública, lo que terminó afectando sensiblemente a todos los miembros de su hogar. En su momento, lo marcaría la exposición de su familia ante la violencia aplicada por actores armados externos, generándose gradualmente un ambiente de temor. El futuro era sombrío por el maltrato de la Policía y el Ejército, relata Don Luis, lo que sumado a las condiciones humildes de su familia y las carencias de las comunidades rurales, lo llevaron a acercarse a la subversión. Así mismo, era habitual el paso de la guerrilla a través del territorio en aquellos años, lo que había normalizado su presencia entre las población local.
Sin muchas opciones a la mano y en medio de todo ese escenario, se fue preparando el camino de Don Luís hacia la lucha armada, sin saber exactamente la trascendencia de este paso para su propia vida. Al principio, él no tenía plena conciencia de lo que implicaba el ingreso a las filas de la guerrilla, hasta que tuvo que recibir una formación y una disciplina rígida que lo fueron convenciendo de su militancia. Don Luís no negaba que el miedo de vez en cuando lo invadía en la clandestinidad, ya que se veía afectado por el ambiente de tensión característico del conflicto. El temor que desencadena la guerra, es comúnmente un compañero de viaje de los combatientes. Sin embargo, sus motivaciones estaban alimentadas por la desprotección y las condiciones de vida de los campesinos con quienes compartió en su niñez y juventud. Justificaba su nuevo papel, al jugársela por la defensa de los más humildes.
Pero pronto, se vislumbraría un problema que estremecería de cerca a los guerrilleros. Sus familias eran también hostigadas por la vinculación de uno de sus miembros con la subversión. Estas corrían un serio peligro al recibir retaliaciones de las autoridades y no fue la excepción lo ocurrido con los parientes más cercanos de Don Luís, dada su nueva militancia. De hecho, varios familiares suyos fueron amenazados, perseguidos, capturados o asesinados en medio de esta cacería de brujas. Él todavía lo recuerda con dolor. Así que varios familiares de los guerrilleros también optaron por vincularse con la guerrilla en busca de protección.
Con el pasar de los años, se hizo claro que un Proceso de Paz estaba dentro del abanico de posibilidades de las FARC-EP y Don Luís, en más de una ocasión, escuchó dentro de su organización que tarde o temprano se generaría el entorno político para dar este gran salto. Muchos sabían que la lucha armada era complicada y que no los llevaría a su objetivo último: la toma del poder. En medio de ese debate, todavía recuerda la irrupción de los Diálogos del Caguán a finales de los 90s, en la era del mandato presidencial de Andrés Pastrana. Desde su perspectiva, en aquel entonces no estaban dadas las condiciones y cree que de pronto se precipitaron al establecer un puente con el gobierno. En sus propias palabras, “el Estado estaba ganando tiempo para rearmar a su fuerza pública, sin querer realmente un proceso de paz, por eso los diálogos pueden llegar a ser una trampa”.
Mucho después, a la espera de ese momento adecuado para dejar la lucha armada, es cuando surgieron los Diálogos de la Habana durante el gobierno del Presidente Juán Manuel Santos, lo que generó nuevas expectativas de cambio dentro de la subversión. Poner un punto final a la pérdida de familiares y a la de sus compañeros en medio del combate, era lo que motivaba esa decisión de varios de los guerrilleros. En su momento Don Luís mencionaba que: “dejamos las armas para que esto no vuelva a pasar”. Este exguerrillero tiene todavía fresco en su memoria el anuncio que se dio internamente dentro de las filas de su agrupación y de los procesos de capacitación dirigidos hacia el acuerdo para la dejación de armas. Les dieron directrices y recibió la pedagogía del caso para entender el nuevo escenario que se aproximaba. Don Luís entendía que la lucha política ya no se disputaría en el campo de lo bélico, sino en el ámbito legal.
Una vez se tomaron las determinantes de la dejación de armas, el proceso estuvo lejos de ser sencillo y eso lo ha experimentado de primera mano. El día de la entrega de armas fue estremecedor para los subversivos y Don Luís recuerda que se mezclaba la emoción, con la nostalgia y la incertidumbre. Este instante, significaba para él, apartarse repentinamente de una vida de años marcada por la lucha guerrillera. Era definitivamente una transformación radical de sus vidas y estaban realmente haciendo historia dentro del desarrollo del conflicto colombiano.
A diferencia de otros frentes, muchos de ellos fueron trasladados a una Zona Veredal lejos de su escenario de trabajo, lo que para Don Luís implicaba romper con esos lazos tejidos durante años con la comunidad. Para él la despedida de su territorio y las comunidades vecinas fue emotiva, pero estas mismas comunidades les advertían angustiosamente de su futura y precaria situación de seguridad, al quedar a la deriva en medio del avance de otros actores del conflicto. Siguiendo el cumplimiento de lo pactado, teniendo que abandonar a sus allegados y familiares, Don Luís y sus demás compañeros finalmente se marcharon a otro lugar previamente dispuesto, comenzando de cero a construir relaciones de confianza y colaboración con las nuevas comunidades que los acogerían.
Se encontraron prontamente con un primer obstáculo, al constatar que los preparativos y la logística para su instalación en la Zona Veredal, eran realmente precarios. El futuro no era tan claro y prometedor en ese entonces. Desde su punto de vista, “estos lugares no tenían ni el 1% de lo que deberían tener”. No obstante, Don Luís recuerda de manera gratificante, como ha sido el cálido recibimiento de la población residente, al tener que compartir un mismo territorio por la fuerza de las circunstancias. Él no deja de exaltar como estas comunidades los han ayudado y se han comprometido con esta nueva causa en torno al Acuerdo de Paz. De hecho, siente orgullo de cómo en el presente comparten algunos espacios de trabajo conjunto.
Para Don Luís han sucedido situaciones inesperadas. “Nos empezamos a relacionar con gente de otros niveles, con quienes seguramente nunca antes se hubieran relacionado con nosotros”, recuerda él frente a aquel instante. Ha tenido que ser testigo de la visita de Ongs, estudiantes, la iglesia, entidades del Estado, organismos acompañantes, periodistas y fuerza pública. Anteriormente, algunos de ellos fueron vistos como sus opositores, porque satanizaban las luchas sociales o armadas. Tal es el caso de algunos medios de comunicación y de los organismos de seguridad del Estado. Superando mutuamente sus prejuicios, Don Luís ha comprobado personalmente que detrás del uniforme de un policía o militar, hay personas comunes y corrientes, con quienes ha tenido la oportunidad de compartir e intercambiar ideas. Incluso el relata como en algunos espacios estando junto con ellos reflexionan: “mire cómo es la vida, nosotros que todos provenimos de familias campesinas, humildes y desprotegidas, donde el Estado únicamente nos ha mirado como una máquina de guerra”, librando disputas que ya no merecen la pena.
Don Luís ha palpado como la fuerza pública, termina apoyando el proceso local de reincorporación luego de departir con los exguerrilleros. Ellos se han descubierto entre sí como humanos. En medio de ciertas condiciones favorables, el propio Don Luís se ha atrevido a pedir perdón por lo ocurrido en el pasado, ya que las dinámicas de la guerra se desbordan y hoy caen en cuenta del daño que se pudo haber causado. “Yo personalmente en algunos espacios he pedido perdón a las comunidades y a la sociedad, porque uno en el conflicto genera víctimas”, agrega Don Luís.
A pesar de los factores que inyectan energía en los excombatientes, también hay fisuras que han desalentado a sus protagonistas. Don Luís viene pensando que dar el paso hacia una nueva vida política es difícil, por toda una serie de sinsabores. Por ejemplo, Se ha venido percatando con preocupación, de las decenas de compañeros de lucha que han sido asesinados en todo el país. Se apagan estas vidas de excombatientes, aun cuando en el momento de su muerte no portaban un arma y en medio del proceso de reincorporación. Eso le ha desencadenado un vacío, desconfianza e intranquilidad permanente. Con cierta angustia, brevemente comenta: “nos han seguido matando”. No saben quién será el siguiente en ser abatido luego del Acuerdo.
El tema de la seguridad es vital, pero él no ve claridades y garantías en esta cuestión tan trascendental. Le inquieta que no haya un plan de implementación en materia de seguridad para protegerlo a él y los demás excombatientes. Sabe perfectamente que si se amenaza algo tan básico como la vida, no es posible ni el acuerdo, ni la reincorporación. Piensa que llegará el punto en donde no sabrán para dónde ir, ya que desde que él entregó las armas, se siente muy vulnerable. Agrega que, “el tema de seguridad es flojo en algunos lugares, tan así, que en un ETCR de Antioquia los exguerrilleros han venido desplazándose y saliendo de allí”. Para Don Luís, ni la ciudad es una opción, ya que tampoco ve posibilidades de supervivencia en la gran urbe. Con resignación concluye que, “el acuerdo de paz es muy bonito, pero el cumplimiento real es mínimo”.
El además siente como se desprenden otras preocupaciones. El desempleo y la falta de ingresos es algo que aqueja a Don Luís, quien todavía tiene fuerzas y ganas de trabajar. El no sentirse útil va minando su creencia en el proceso de reincorporación. Ve cómo hay mucho dinero en este proceso de transición, pero cree que está mal invertido porque no ve su real materialización en el territorio. Por ahora, están asentados en un terreno de siete hectáreas, pero de este, es mínima su área productiva apta para la agricultura. “Nosotros vivimos en pedazo de tierra muy chiquito, nosotros estamos supremamente encerrados, no tenemos donde trabajar”, comenta al respecto. Sin un trozo de tierra, aclara que es complicado que emprenda o se atreva a lanzar ideas de procesos productivos.
La tierra es de lo que más inquieta a Don Luís, ya que abunda en las inmediaciones, pero les es ajena o no está titulada a nombre de los reincorporados. En ella se podría materializar muchas ideas que vienen bosquejando con sus compañeros y comunidades vecinas, pero se queja de la falta de disposición del gobierno. “Cada rato se escuchan amenazas de que el gobierno no va a comprar esta tierra”, puntualiza. Desde las instancias oficiales, les responden que no hay apoyo económico en tierras ajenas a los excombatientes, pero tampoco el gobierno les ayuda a adquirirlas. “Bueno, o echamos para adelante o echamos para atrás nuestros proyectos”, se plantea desconcertado Don Luís en ese sentido. En esta sin salida se encuentran atrapados, siendo él uno de los que confía en la creatividad y emprendimiento propio, guardando consigo un inmenso potencial.
Pero todas estas alternativas él las ve asfixiadas por la falta de eco a sus exigencias. Sin empleo, sin beneficios económicos y sin poder brindar la educación que piden al interior del ETCR, ya sea para terminar el bachillerato o la universidad, terminan viendo como se le aplica un cerrojo a muchas de las puertas del proceso de reincorporación. Las garantías de trabajo y capacitación se ven difusas, porque Don Luís cree que esta situación no es sostenible, que no pueden ser una carga permanente para las comunidades aledañas, ni recibir ayudas externas indefinidamente. Cómo sobrevivir por su cuenta y con sus coterráneos es la cuestión principal, ya que sin un quehacer no es posible hablar de una incorporación real a la sociedad. Don Luís sabe que el tiempo corre y es limitado; su futuro está por decidirse en meses o en pocos años y él casi que desespera por la incertidumbre reinante en su situación y la de sus compañeros en la zona. Para Don Luís los comienzos no son sencillos y mucho menos, con el clima político que prima hoy en el país.
En ese flujo y reflujo de sensaciones encontradas, Don Luís halla cierta esperanza. Destaca sobre todo el papel de la ONU en la región, llegando a afirmar que si la Misión de la ONU no existiese, quizás no hubiera sido posible todo el proceso. Para él esta entidad ha sido un gran apoyo desde lo local y por eso defiende su presencia.
Pero la voz de Don Luís se fortalece y anima aún más, cuando piensa en todas las iniciativas que se vienen gestando a pasar de los obstáculos. En el proceso de reincorporación, el rescata como se viene adelantado un proyecto de piscicultura liderado por mujeres; uno de producción de café, que implica siembra, recolección, procesamiento, empaque y venta; y uno de ebanistería, siempre de la mano con las comunidades cercanas. “No queremos hacer ningún proyecto sin que tenga participación de la comunidad”, menciona Don Luís.
Pero uno de los proyectos más destacables, que inspira al propio Don Luís, es la llamada “Ruta Marquetalia por la paz”, que consiste en un circuito turístico en la región, rescatando la historia y evolución del conflicto. Primero la idea se denominó “Ruta Marquetalia” al realizarse durante el último aniversario del nacimiento de las FARC-EP cuando aún se encontraban en armas, pero pensada solo como un acto simbólico. Luego de hacer un curso en Yopal (Casanare) y lograr certificarse como agentes de viajes y turismo, lograron la capacitación requerida para darle más forma al proyecto. Recuerda que, unos extranjeros hicieron un primer recorrido y a partir de allí surgieron muchas ideas para perfeccionarlo, mostrando a los visitantes no solo el paisaje, sino las dinámicas sociales del conflicto, al cuestionar el cómo, el por qué y donde surgió el mismo. Todas estas reflexiones brotan durante el recorrido, así que “se trata de mostrar la otra cara de la moneda”, cómo dice Don Luís. De momento, este proyecto goza del apoyo de la Alcaldía y el Partido FARC, pero sueñan con que este por fin se haga una realidad por el liderazgo que se le ha impreso y la cantidad de oportunidades que a partir de allí se visualizan.
Don Luís continuará dando ahora la batalla desde la orilla de la reincorporación. Sigue trabajando y anhelando reales cambios desde uno de los lugares que vio nacer el conflicto en Colombia al Sur del departamento del Tolima. El municipio de Planadas, ahora uno de los epicentros de este proceso, es el espacio desde donde Don Luís seguirá proponiendo, debatiendo y trabajando en colectivo, luchando por un trabajo digno, por una parcela de tierra y por garantías de vida para poder alcanzar todos sus proyectos.